martes, 8 de diciembre de 2009

Reseña de un clásico antropológico: El crisantemo y la espada

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Benedict, Ruth. 2006, El crisantemo y la espada, Alianza Editorial, Madrid.

Al escribir acerca de un libro de investigación científica, en este caso antropológica, resulta inevitable la necesidad de reflexionar más a fondo sobre un número de temas relacionados con el mismo, que no necesariamente son mencionados dentro de la extensión del documento. En el caso de “El crisantemo y la espada” (The chrysanthemum and the sword), estas características son, al igual que interesantes, de suma importancia para la antropología.

Ruth Benedict fue una antropóloga estadounidense, originaria de Nueva York y nacida en el año de 1887. Inició sus estudios de antropología en su ciudad natal, en la Universidad de Columbia en 1918. Durante este periodo fue discípula de Franz Boas, a quien se le considera como el fundador de la antropología estadounidense.

Los puntos de vista teóricos de su tutor, acerca de la manera en que la antropología debe encarar el análisis de la sociedad, fueron una fuerte influencia para Benedict, quien afirmaba que la cultura de cada pueblo es única y sólo puede ser comprendida desde sus propios términos. Ella proponía que cada cultura valora y privilegia ciertas conductas y tipos de personalidades, por lo tanto, uno no puede evaluar una cultura usando los estándares de otra. También señaló que cada cultura ejerce presión en sus miembros para conformar los patrones de la sociedad y tiende a premiar a quienes lo hacen, tesis que más tarde se vería reflejada en la obra que atañe a esta reseña.

Benedict escribió, en 1942, “El crisantemo y la espada”, que es un profundo estudio sobre la cultura japonesa, considerado no sólo un clásico de la literatura antropológica, sino una obra sumamente polémica.

Gran parte de la polémica de esta obra parte del hecho de que es el resultado de una investigación elaborada bajo encargo del Ejército de los Estados Unidos. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, la autora participó como colaboradora de la Oficina de Información de Guerra, teniendo como tarea específica el análisis de la cultura japonesa, con el propósito de comprender cuáles eran los principios más importantes del patrón cultural de los japoneses. En teoría, esto daría a los militares un mayor entendimiento del enemigo al que se enfrentaban, y por lo tanto, un repertorio de soluciones para acelerar la victoria primero e institucionalizar la ocupación después­.

Sin embargo, el estudio elaborado por Benedict, resultaría en una obra que posee una especial profundidad respecto a las particularidades de la ética japonesa, que no contempla una división entre el "bien" y el "mal", sino que considera que se ha de basar en que cada uno haga aquello que corresponde a su lugar en una sociedad perfectamente organizada. Para ello utiliza lo que llama, a falta de un mejor término, "círculos" de lealtad; al emperador, a uno mismo y su nombre, a los superiores, a los antepasados, etcétera. Dichos círculos pretenden mantener esta situación perfectamente ordenada.

El sistema de coerción y de disciplina social se levanta sobre un tipo de “pecado original” peculiar y específico, que deben expiar, y que se presenta como una deuda que deben pagar. Pagar la deuda de vivir se identifica con su integridad y su dignidad humana, de tal manera que cualquier cosa queda subordinada a ese deber. Esta creencia es muy firme y estricta, y explica la rigidez y la disciplina dentro de la sociedad japonesa.

Durante la mayor parte de su obra, Benedict se ocupa del estudio de una moral basada en la vergüenza y la desaprobación de los otros al no cumplir con las obligaciones de los círculos mencionados con anterioridad. Razón por la cual resulta sorprendente que, al mismo tiempo que se sopesa la virtud como el cumplimiento de las obligaciones de la posición propia, resulta que se considera el punto máximo de la autodisciplina y el desarrollo personal dentro de esta cultura, la ruptura de la misma lógica social/cultural que el japonés ha estado aprendiendo desde su infancia; esto es, la superación de la vergüenza y del "yo observador" que se preocupa de la mirada del resto, para poder llevar a cabo una voluntad sin trabas.

De esta forma, ha sido adaptado como mecanismo el budismo Zen en Japón para proporcionar esa misma ruptura respecto de su propia educación e internalizarla en su cultura; al menos desde el punto de vista de la autora, tomando en cuenta que su contexto histórico es el del Japón hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Una crítica hacia el libro, es la metodología empleada por Benedict, ya que gracias a la situación de conflicto bélico entre Estados Unidos y Japón, conocida como “la campaña del Pacífico”, no podía elaborar trabajo de campo en dicho país sin que su vida se viera en riesgo. Debido a esto, ella elaboró toda su investigación desde Estados Unidos utilizando como fuentes de información entrevistas a profundidad que ella misma realizó a inmigrantes japoneses y prisioneros de guerra, así como también el análisis de material escrito y audiovisual. Así Benedict trata de explicar “lo japonés” en términos de un perfil cultural fabricado a partir de pedazos de información.

La ausencia del trabajo de campo en un estudio tan exhaustivo, pero al fin a cabo, a distancia, nos obliga a dejar un espacio para reflexionar sobre la objetividad del mismo, principalmente si se tiene en cuenta que fue encargado y pagado por el departamento de inteligencia del gobierno americano.

A pesar de las críticas a la metodología, es una lectura fascinante que trata de abarcar una gran cantidad de temas dentro de su envergadura, desde el modo de vida y aspectos históricos como la reforma Meiji, hasta un análisis sobre el sistema jerárquico japonés y sus efectos dentro de las acciones sociales influenciadas por las diversas instituciones, lo cual denota un considerable esfuerzo por entender al "otro".

Es obvio que Benedict no lo dijo todo sobre el Japón, y la gran cantidad de producción antropológica, arqueológica, e histórica, originada tanto desde Occidente, como del mismo Japón, es una prueba de ello. Sin embargo, desde su aparición y hasta el día de hoy, “El crisantemo y la espada” es un clásico imprescindible para aproximarse al conocimiento de los complejos patrones de la cultura japonesa, que explican no sólo el militarismo de tiempos pasados, sino también el desarrollo de la nación japonesa desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

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